¿Por dónde empiezo?
Bueno, pues si empezamos por el principio habrá que remontarse al viernes de hace dos semanas, cuando Tom y yo -atravesando el frío y, si no recuerdo mal, también algunas gotas de lluvia- fuimos a la Fnac y nos decidimos a comprar las entradas para ir a ver a las Nancys Rubias (aunque por unos problemas las tuvimos que acabar comprando por internet).
Esas dos semanas pasaron sin pena ni gloria (bueno, entre exámenes y ese tipo de cosas, pero sin ninguna novedad significativa).
Así que pasemos ya al día importante: viernes 10 de febrero. Salimos de casa después de entrar en calor con un té con leche y miel, después de retocar nuestro maquillaje y de escuchar algunas canciones del último disco para ir con ellas en mente durante nuestro viaje en metro.
Para esperar en la cola: nada mejor que churros de San Ginés.
Y una vez dentro de la Joy Slava nos tocó esperar más de una hora, llenos de nervios. Estábamos en una de las filas más cercanas al escenario; la verdad es que se veía muy bien.
Y por fin salieron. Allí estaban Nancy Travesti a la guitarra, Nancy O al triángulo, Nancy Reagan al teclado y, por supuesto, Nancy Anoréxica a la voz.
Sonaron temas de su último disco (Ahora o nunca, que tiene una maravillosa portada hecha por el más que grande Juan Gatti), como Cohete a Nancylandia (una versión muy especial del Space Oddity de Bowie), Marina d'Or ("Un escándalo, todo de plástico"), Soy tu enemigo, Burlesqueada (muy parecida al clásico de Alaska y Dinarama Rey del glam) o Nancy O y Nancy Reagan se lo cuentan todo (en la que estas dos Nancys fingen una conversación telefónica que es algo más que ideal).
El concierto se caracterizó, entre otras cosas, por una primera fila de lujo: Bimba Bosé, David Delfín, Pelayo o Topacio eran algunos de los que más saltaban y coreaban las canciones de la banda. Alaska también estaba, pero estaba en el palco superior, justo en el centro, y se la veía sólo cuando alguna de las típicas luces blancas y rojas de la Joy iluminaba su cara.
Por supuesto, también sonó Peluquitas (que también es uno de los temazos de su último disco). Sonó dos veces: la primera, en el Ecuador del concierto; la segunda, para terminar, como 'bis', cuando parecía que la fiesta había acabado. Al final del concierto también sonó la increíble Barbie debe morir (canción de Intronautas que las Nancys han sabido hacer suya con esta maravillosa versión).
Otros de los temazos que sonaron fueron Maquillaje (una de mis favoritas) o Nancys Rubias (la que da nombre al grupo y dice cosas tan maravillosas como "Nancys Rubias, vestidas para matar...").
Al terminar el concierto, volaron confetis amarillos y negros y soltaron también unos enormes globos. Mientras la Joy iba quedando vacía poco a poco, se escuchaba The end de los Doors y Santi repetía una y otra vez "A partir de ahora mi vida estará destinada a recordar este momento".
Para terminar, fuimos al Fabuloso, donde pudimos bailar al ritmo de Jeepster, de T-Rex. Y luego volvimos a casa, a hablar disparatadamente sobre el concierto, eufóricos, con ganas de más... ¡Grandes las Nancys! ¡Y enorme ese Juampe a la guitarra que me enamora!
2 comentarios:
Genial el cierre con The End y con Jeepster. Qué gran disco es el Electric Warrior, algún día: hablaré de él
Sí, la verdad es que es una buena manera de acabar el día.
El Fabuloso es un sitio recomendable. Hasta ayer, nunca había ido. Pero es agradable y tiene buena música, como Jeepster...
Espero esa entrada tuya sobre el Electric Warrior, mi disco favorito de T-Rex.
¡Un beso!
Publicar un comentario