sábado, 14 de septiembre de 2013

no hablar de sopa ni de salmón ni de patos

Terminé de leer Un cuarto propio, de Virginia Woolf. Tenía ganas de leerlo desde hace tiempo; estaba entre mis pendientes. A  pesar de ser cortito, lo leí muy poco a poco, precisamente por lo mucho que me estaba gustando, por todas las notas que fui cogiendo y todas las cosas que dice a las que luego les doy vueltas.

Entre todas esas notas, este fragmento, en las primeras páginas del libro, que quiero compartir con vosotros:

"Es un hecho curioso que a los novelistas les gusta hacernos creer que los almuerzos son invariablemente memorables por algo graciosísimo que se dijo, o algo muy prudente que se hizo. Pero es raro que concedan una palabra a lo que se comió. Forma parte de la convención novelística no hablar de sopa ni de salmón ni de patos, como si la sopa y el salmón y los patos carecieran de importancia; como si nadie hubiera fumado un cigarrillo o bebido un vaso de vino. Ahora, sin embargo, me tomaré la libertad de desafiar esa convención y de contarles que unos lenguados inauguraron ese almuerzo, unos lenguados sumergidos en una fuente honda, sobre los cuales el cocinero del Colegio había extendido una capa de blanquísima crema, aunque la jaspeaban borrones pardos como las manchas en el pelo de una cierva. Después llegaron las perdices, pero si esto sugiere una yunta de pájaros pelados y pardos en una fuente, mucho se equivocan. Las perdices, varias y múltiples, llegaron con su debida escolta de salsas y ensaladas, las picantes y las dulces, todas en orden; sus papas, finas como fichas pero no tan duras; sus repollitos brotados como botones de rosa pero más suculentos. Y no bien hubimos cumplido con el asado y su escolta, el silencioso servidor, quizá el mismo Bedel en una encarnación más tranquila, erigió, festoneado de servilletas, un postre que nació todo azúcar de las olas. Llamarlo budín y vincularlo con arroz y tapioca sería un insulto. Mientras tanto, las copas de vino se habían sonrojado y dorado; vaciado y colmado."

Un cuarto propio.
Virginia Woolf

2 comentarios:

Paco Lorca dijo...

Leer los clásicos, aunque sean tan recientes, siempre es confortable y es de agradecer que se recomiende una crónica y un pensamiento bien escritos, como es ésta de Woolf.

Anastasia dijo...

Gracias por pasarte, Paco. Me alegro de que tú también disfrutes con lecturas como esta.