domingo, 7 de noviembre de 2010

el arte de la danza

Todo comenzó con un chico mulato vestido tan sólo con un 'culotte' negro: la perfección en persona. Sus movimientos eran elegantes, con una fuerza espectacular. Qué belleza, qué virtuosismo en cada paso, en cada salto, en cada movimiento de brazos o de piernas.
A continuación, entró en el escenario una chica que comenzó a bailar con él; la perfección continuó doblemente. Y luego otra pareja entró, y luego otra. Tres bailarines y tres bailarinas vestidos de negro y perfectamente acompasados llenaban el escenario de elegancia.

El color negro fue sustituido por el blanco en el escenario. Una bailarina con un vestido largo blanco con la cola azul adquiría el protagonismo. Pero ella no me gustó tanto, el vestido no le permitía moverse con tanta facilidad. Este baile no se desarrollaba con demasiada fluidez ni con la elegancia mostrada en el número anterior.

Luego llegó el momento de gloria para un chico joven vestido con un 'maillot' blanco. Se movía por todo el escenario y lo llenaba de movimiento y dinamismo. Cuánta vida, cuánta perfección. Era como ver a una escultura griega en movimiento.
Y más tarde llegó un número que me impactó muchísimo. Empezaba con una bailarina vestida enteramente de blanco, con una falda de tul también blanca; su aspecto era el de una muñeca que gira eternamente dentro de una caja de música. Y bailaba. Y un chico, también de blanco, entró en escena y comenzó a mirar a la bailarina con asombro. La chica se dio cuenta; y de repente bajó una falda de tul idéntica a la que ella llevaba del techo. El chico se la puso. Y en ese momento terminó el protagonismo que se le había dado a la chica. La bailarina era muy buena, pero el bailarín... no sé, digamos que tenía carisma, que lo llenaba todo con sus pasos de baile. Qué fluidez, qué facilidad para moverse.
Al verle todo parecía tan fácil... y sin embargo sé que no, sé que muy pocos privilegiados tienen el don de hacer eso, y menos personas aún pueden hacerlo como si fuese lo más fácil del mundo. Mi admiración es plena.

Nada es blanco o negro. Siempre hay términos medios, también en el ballet de Víctor Ullate. Una chica traía consigo los colores cálidos. Llevaba un vestido burdeos con detalles oscuros y detalles naranjas. Bailaba con una fuerza espectacular.
Nunca pensé que fuese a decir algo bueno sobre Bebe. Nunca la he admirado. Pero su canción Malo era perfecta para esta coreografía. Cuánta decisión en cada uno de los pasos. Transmitía tanta rabia, tanta vida al mismo tiempo.

Y al poco tiempo llegó una de las coreografías que más me gustaron. Tampoco había blanco y negro en ella, era el color lila el que cubría el cuerpo de los bailarines. Fue una coreografía muy simpática, muy llena de felicidad, de ingenuidad. Una bailarina y un bailarín (el mismo que antes nos había descubierto su perfección vestido de blanco y bailando en solitario) se movían a un mismo tiempo. Parecían más jóvenes que otros bailarines y demostraban en cada movimiento toda su valía.

Después de está actuación, se le añadió al espectáculo un toque "cabaretero". Dos chicos muy parecidos físicamente (eran hermanos, no sé si serían gemelos) bailaban vestidos con un frac, con pajarita y acompañados de un bastón cada uno. Bailaban claqué. No sé cómo podían moverse de una manera tan sincronizada, me parece algo imposible. No sé cómo la coreografía puede transcurrir sin que alguno de los dos se adelante o se quede atrás. Sus movimientos eran tan perfectos y ellos mostraban tanta naturalidad y tanta simpatía... no sé, sin conocerlos diría que son buenos chicos.
El siguiente número fue interpretado por una chica que imitaba a Rita Hayworth. Vestida de negro, se quitaba un guante y se paseaba por el escenario moviendo las caderas. Pero este número tampoco me gustó especialmente. Me pareció un tanto ridícula la puesta en escena; además, la coreografía no constaba de pasos muy espectaculares.

Luego el chico que había abierto el espectáculo, acompañado por una bailarina (también de cuerpo perfecto y envidiable), demostró una vez más su fuerza y su elegancia ante el público. Los dos se movieron con una firmeza impactante... sí, impactante es la palabra.
Salía esta pareja y otra entraba al escenario. La bailarina que había representado a Rita hace unos minutos, salía acompañada de un bailarín para representar una coreografía mejor que la que había hecho ella en solitario, aunque tampoco mi favorita.

Y volvieron a salir al escenario los dos bailarines jóvenes, esta vez vestidos de morado oscuro, no de lila. Representaron de nuevo una coreografía aparentemente fácil, pero compleja y llena de pasos asombrosos.

Luego volvió a hacer un solo el chico perfecto del principio. Salió del escenario y el resto de la compañía entró para bailar todos juntos, liderados por uno de los bailarines. Todos bailaban y no bailaban a la vez, bailaban diferentes pasos y no resultaba caótico. Había un desordenado orden en todo. Espectacular.
Volvió a escena el chico perfecto y se unió al resto, adquiriendo él el protagonismo.
Qué belleza, qué perfección. Qué espectacular todo.

Y todo parecía tan fácil... qué envidia.

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